Maestro

Hna. María Eugenia Sánchez, cfmm

Miembro de la Red de Educación CIRM

Jesús de Nazaret fue un maestro en sentido pleno de la palabra, ejerció un magisterio auténtico, cuya única razón de ser era enseñar a vivir de otro modo; “Todo el que crea en Él, tendrá vida eterna”, dice San Juan Evangelista. Pues sólo es maestro quien enseña a vivir y está dispuesto a dar la vida por esta causa. Jesús la dio.

Así la vocación de docente ha estado marcada desde entonces: seguir el camino enseñado exige energía y decisión, sin divagaciones innecesarias y siempre con la alegría que da el amor y la misericordia.

Vivir con un propósito en el que se cree porque está suficientemente justificado, comprometerse con lo que se hace porque se asume cada día con libertad, compartirlo con otros, porque es el prójimo quien le da su trascendencia, procurar hacer bien y dar lo más de sí en lo que se emprende, reflexionar antes y después de las acciones, proceder con orden para aprovechar las oportunidades concedidas y no temer correr riesgos cuando valen la pena, puede ser una forma de orientar el quehacer educativo.

En la calidad de la docencia lo que cuenta es esa vocación de cada maestro, su entusiasmo por la educación, su fe en que lo que hace es valioso, su amor a sus alumnos.

Sabe que el ser humano y por tanto que cada uno de los educandos tiene necesidades fundamentales para llegar a ser, y que son inaplazables: Necesita ser considerado como una persona, ser respetado, alentado a actuar por sí mismo, aprobado en sus actos y en sus relaciones legítimas, en sus opciones correctas, esto le permite descubrirse valioso, descubrir progresivamente su dignidad porque es apto de actuar y de ser, de convivir con los demás y de ser aceptado por ellos; tiene gran necesidad de ser aprobado y escuchado en lo que piensa. Tiene necesidad de ser tratado con justicia, de recibir misericordia y animarlo a rectificar y limar lo que le es necesario para su superación personal. Nada hay más contrario al amor que le debemos que la indiferencia y el abandono. El ser humano, los niños, los jóvenes… necesitan aceptar que se les ama. Esta fe es la que da certidumbre para existir y llegar a ser.

La educación es esencialmente un asunto de calidades y calideces humanas. Educan las personas con el insustituible ejemplo personal y con la insustituible colaboración y la participación de los actores inmediatos. Para ello es necesaria la reflexión seria, permanente, profunda, evidentemente fundamental, evangélica sobre la orientación de la educación; “alimentado por la memoria de Jesús, es decir, porque la anamnesis de la historia de Jesús engendra el evangelio y el evangelio es Jesús vivo, no otra cosa”.

Agosto de 2018

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