INTRODUCCIÓN
Te invitamos a tomarte el tiempo de Adviento como un momento para dejarse encontrar por Dios. Sí, es verdad, el Adviento es un camino… pero en el que sabemos que Dios ya ha dado el primer paso y que correrá a nuestro encuentro en cuanto nosotros nos abramos a su presencia.
Dios está presente siempre, en cada momento de nuestra vida. Pero no siempre estamos lo suficientemente “conectados” con él para escucharle. Las prisas, los agobios, los miles de anuncios y ofertas, las deslumbrantes luces de este tiempo, nos aturden y nos restan capacidad para entrar en nuestro interior y prepararnos a vivir el Adviento y la Navidad desde el interior, desde lo profundo del corazón para acoger la encarnación de Dios.
Ante la complejidad del momento que vivimos y ante la superficialidad que acompaña a la dinámica consumista de este momento, les proponemos vivir este tiempo de Adviento en clave de INTERIORIDAD y vivir este tiempo de esperanza con apertura y confianza.
Sólo desde la profundidad de nuestro corazón podemos dejarnos sorprender por Dios que viene a transformar nuestro mundo. El Papa Francisco nos invita a vivirlo desde el corazón.
“En este tiempo de Adviento estamos llamados a alargar el horizonte de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades”.
Deseamos que este material ayude a nuestras comunidades educativas a vivir este tiempo con el verdadero sentido de la Navidad, desde el ENCUENTRO, la ALEGRÍA y la ESPERANZA.
SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO
“Y todos verán la salvación de Dios”
1. Para comenzar la oración:
Iniciamos nuestra oración tomando conciencia de los sonidos que hay en nuestro entorno
Comienza notando los sonidos de tu cuerpo, los sonidos de la sala en la que estás, los sonidos del edificio y, finalmente, los sonidos del exterior. Deja que los sonidos penetren en lugar de luchar por capturarlos. Escucha sin esfuerzo. Sigue así durante unos diez minutos más.
Cuando estés lista, lleva la atención de los sonidos exteriores a tus pensamientos. Observa cómo los pensamientos surgen y se van. En cuanto notes que tu atención se enreda en un hilo de ideas, da un paso atrás con calma, alejándote de tus pensamientos, y vuelve a observarlos en la distancia, en la medida que puedas.
Continúo con el ejercicio y al escuchar música suave recito en silencio el siguiente texto.
Hazme ir más despacio Señor
Acompasa el latir de mi corazón aquietando mi mente.
Apacigua mis apresurados pasos
con la visión del alcance eterno del tiempo.
Ablanda la tensión de mis nervios y músculos
con la música relajante de las melodías
que perduran en mi memoria.
Ayúdame a experimentar
El mágico poder restaurador del sueño.
Enséñame el arte de tomarme pequeñas vacaciones:
Detenerme para mirar una flor,
Charlar con una amistad, acariciar a un perro,
Leer unas pocas líneas de un buen libro…
Hazme ir más despacio, Señor,
E inspírame cómo echar raíces profundas
En la tierra de los valores perennes de la vida,
Para que pueda crecer
Hasta la cima de mi grandioso destino
2. Lecturas del segundo domingo de Adviento
Primera lectura: Baruc 5,1-9 “El Señor guiará a Israel en medio de la alegría y a la luz de su gloria, escoltándolo con su misericordia y su justicia”.
Salmo responsorial: salmo 125: “Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor”.
Segunda lectura: Carta de san Pablo a los Filipenses 1,4-6. 8-11
Que su amor siga creciendo más y más y se convierta en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual, para que se mantengan limpios e irreprochables el día de la venida de Cristo”.
Lectura del Evangelio de Lucas. 3, 1.6
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale.
Y todos verán la salvación de Dios».
3. Comentario al texto del Evangelio
La Palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.
El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna. Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.
¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?
Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos? Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es ésta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.
Por eso, hemos de valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.
4. Un momento de silencio orante para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
5. Concluyo con este pensamiento
Sólo voy a pasar una vez por este mundo
Todo el bien que pueda hacer,
Toda la amabilidad que pueda mostrar
A cualquier ser humano,
He de hacerla ahora
Y no dejarla para más tarde.
Porque no voy a pasar otra vez por aquí.
Stephen Gullet
- Oración final
Te pedimos Señor, que sepamos allanar los caminos, por medio de la compasión y la solidaridad para que podamos acompañar a los que buscan una vida mejor cruzando fronteras. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.