La Iglesia no es una realidad inmóvil y concluida, es un proyecto, que al soplo del Espíritu y en apertura a los signos de los tiempos y lugares, se va transformando para hacerse más creíble y coherente, más significativo y evangélico. En este contexto el valor profético de la Vida Religiosa consiste en despertar al mundo desde la lógica femenina representada en las Mujeres del Alba.
Al fondo del deseo y el imperativo de una mayor presencia y participación de la mujer consagrada en la Iglesia, no hay una ambición de poder o un sentimiento de inferioridad, tampoco una búsqueda egolatría de reconocimiento; hay un clamor por vivir en fidelidad el proyecto de Dios, que quiere que en el pueblo con el cual Él hizo alianza, todos se reconozcan en condición de hermanos. Se trata de un derecho a la participación y a la igual corresponsabilidad en los discernimientos y en la toma de decisiones, pero es fundamentalmente un anhelo de vivir con conciencia y en coherencia con la dignidad común que a todas y todos da el bautismo.
El potencial femenino tiene implícita una riqueza extraordinaria, la capacidad de trabajar en cooperación y desde la experiencia de senti-pensar; la flexibilidad para buscar alternativas allí donde abunda el caos, la empatía y las habilidades comunicativas para generar relación y vínculo en lo cotidiano; la disposición solidaria a colaborar, a tejer redes y generar sinergias; la apertura para buscar respuestas y novedosos cauces de solución; la resiliencia para resistir en medio de situaciones difíciles, el gozo para propiciar la celebración y prolongar la fiesta. Las mujeres y los varones consagrados estamos llamados en esta hora sinodal a despertar a ese despliegue de dones y posibilidades que surgen cuando se rompe la noche, se descorren las piedras que aprisiona la vida, se permite al Espíritu habitar, contagiar de paz y revestir de fortaleza y esperanza, de tal manera que se pueda contribuir a la tan necesaria reforma de la Iglesia.
Las Mujeres del Alba, las de la más radical osadía, las que sostienen la esperanza aferradas a la promesa, las que caminan rompiendo la noche y en estado de misión le abren boquetes al Espíritu para que pueda entrar y fecundarlo todo.
La Vida Religiosa del continente se adentra en un nuevo trienio, acogiendo como icono inspirador de su andadura a las Mujeres del Alba. Hoy más que nunca estamos convencidos de que la verdadera reforma viene del encuentro con Jesús, al eco de su Palabra, en el aprendizaje de sus actitudes y criterios, en la asimilación de su estilo. Esto lo saben bien las Mujeres del Alba, esas que supieron transformar su propia existencia en el encuentro con Jesús, ellas que, movidas por el amor, se lanzaron a los caminos.
Que contemplar a las Mujeres del Alba, le abra espacio al Espíritu y anime a la Vida Religiosa del Continente a dar la vida. Que este Horizonte Inspirador nos sitúe en el lugar de la osada esperanza.