Una mirada completa y crítica a los matices de nuestra realidad implica identificar además de los desafíos también las múltiples esperanzas del mundo que está en construcción y de una humanidad en movimiento, incluida la Iglesia Católica con ella, con aportaciones y acciones de relevancia.
Una visión completa y rica de la realidad
Una parte significativa de los mayores clamores, los más presentes y que mayor dolor producen, son consecuencia de un modelo de dominación; que producen dolor y sufrimiento, generado por un modelo triplemente opresor que es el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.
No se puede tener una visión completa y crítica de la realidad sin ubicarla en la crisis civilizatoria que se está viviendo; para ello se identifican los mayores clamores de la humanidad que a su vez son signo de esperanza; y no debe permitirse que a mayor distancia se tenga menor sensibilidad o mayor sordera y ceguera; los problemas en el orbe son de todos y estamos llamados a atender los cercanos sin olvidar los lejanos. Como Iglesia e institutos se debe tener una mirada estructural del tejido social, pero considerar que un pensamiento en exceso crítico puede desarrollar resistencias entre nosotros, por ello se debe armonizar el clamor y traducirlo en una esperanza.
Clamores y esperanzas 1
El mayor clamor que afecta a hombres y mujeres en todo el mundo, es el clamor de la tierra, nuestra “casa común”. En ella está también nuestra mayor esperanza: contemplar con gozo el crecimiento y fortalecimiento de innumerables movimientos sociales, especialmente eclesiales.
Un clamor de una importante porción de la humanidad es el dolor y sufrimiento de las mujeres y de las niñas que representan poco más de la mitad de la población. Nuestra esperanza: concientizar a la población universal sobre los derechos de ellas y avanzar en la creciente conciencia social sobre el efecto de que el patriarcado afecta de manera desigual tanto a hombres como mujeres y que es una forma de deshumanización.
El principal clamor del mundo del trabajo es el desem- pleo, seguido de la precarización del trabajo y que en diferentes partes del mundo como en México, un alto porcentaje de esos empleos son informales. Nuestra esperanza: proyectos de economía social y solidaria.
El clamor de las y los jóvenes son resultado de los anteriores: un futuro sombrío y sin aparentes alter- nativas para esa porción social. Nuestra esperanza: la sensibilidad y generosidad de los jóvenes; la per- manencia y crecimientos de las diversas pastorales juveniles, las misiones y otras tareas que encarnan actos solidarios y sensibilizan con testimonio sobre el que hay algo que se hace, se puede y se debe seguir haciendo, ya que el desafío es grande, sobre todo en las obras educativas.
El clamor de los pueblos originarios, desde su re- serva de humanidad, ante el despojo de sus tierras y territorios. Nuestra esperanza: la iniciativa a la acción y la creciente participación de agentes de pastoral que se incorporan a procesos de acción social.
El clamor de los refugiados y migrantes, ante la vio- lencia producto de las actuales conquistas coloniales. Nuestra esperanza: formación de diversas redes de casas de apoyo a migrantes; así como la creación de una pastoral de atención a migrantes.
El clamor de periodistas y defensores de derechos humanos, por informar y denunciar estos y otros clamores, además de defender causas aparentemente perdidas. Nuestra esperanza: la responsabilidad y sentido de la justicia, de la dignidad del ser humano. La reivindicación del valor de la dignidad humana por encima de los interesas del capital, el patriarcado y el colonialismo. La defensa de los derechos humanos.
El clamor de los otros amores, homosexuales, lesbianas y 15 clasificaciones que son otra manera de respetar y fraternizar la dignidad humana y que en muchos casos son víctimas del patriarcado. Nuestra esperanza: el diálogo inteligente, cons- tructivo, consciente y bien informado; además de su inclusión de estos hermanos a la pastoral.
El clamor por una manera de hacer política humanitaria, de construir una democracia más participativa y con autonomías populares. Nuestra esperanza: el aumento de las organizaciones y redes civiles que desarrollan resistencia aprovechando las nuevas tecnologías de comunicación.
El clamor de otras espiritualidades y la necesidad del diálogo entre religiones que tienen en común el pleno respeto de la dignidad humana. Nuestra esperanza: diálogo ecuménico, buscando la apertura de espacios de diálogo entre tradiciones religiosas.
El clamor de la distancia de los poderosos, su capacidad de escuchar es inversamente proporcional al poder que tienen. La posibilidad de lograr ser sensibles a estos clamores radica en la disponibilidad personal e institucional, de acercarse activamente a esos dolores y sufrimientos sociales; lo cual nos incluye a todos los miembros de la Iglesia.
1 Análisis presentado por David Velasco Yáñez SJ en la Asamblea Nacional de la CIRM abril 2017.